Hugo López Morrobel
Antes de las 24 horas de fallecer Jack Veneno mucha gente comenzó, aprovechando la popularidad del muerto, a sugerir homenajes de diversos tipos, con el objetivo de elevar su figura más allá de la muerte.
Eso está bien, no se puede criticar, pero hay que estar claro de que en muchos casos, la finalidad, más que reconocer al difunto, es ganar popularidad en base a la gloria y el cariño que éste acumuló en sus fructíferos años de vida.
Hay personalidades que lo hacen en la creencia de que elevan la figura de Jack, sencillamente de muy buena fe, pero a veces las buenas intenciones sobrepasan realidades que dejaron un legado extraordinario en nuestra sociedad, y todo el continente hispano parlante.
Todos reconocemos la penetración de Veneno en todas las capas sociales, con más énfasis entre los más depauperados, pero pretender, aunque sea de la mejor buena fe, que se cambie el nombre del parque Eugenio María de Hostos, por el de Jack Veneno, es toda una osadía de marca mayor.
Estoy completamente seguro, aunque nunca hablé sobre ese tema con Jack, que él sería el principal opositor.
Lo que está bien no se toca, y los que tienen la sartén por el mango lo que deben preocuparse es de propiciar un giro de 180 grados a las tantas arbitrariedades que ha padecido y soportado este país, por los siglos de los siglos.
En síntesis, los promotores de esa idea que miren para otro lado, porque los aportes de Hostos son sencillamente extraordinarios.