Las guerras, donde muchas veces los pueblos enfrentados no tienen vela en ese “entierro”, porque comienzan y de desarrollan por intereses económicos y políticos de las élites en el poder, solo dejan devastaciones y muertes de ambas partes.
Y lo más lamentable es que en todo este crucigrama, siempre el deporte, siempre sale perdidoso, dado que en esas conflagraciones siempre caen atletas de primer nivel, los cuáles son obligados a enrolarse a las filas militares.
El último caso, conocido ocurrió ayer con la muerte de un valioso y destacado boxeador ucraniano.
El fallecimiento en combate de Maksym Galinichev , deja un vacío del cual son culpables tanto el invasor Vladimir Putin como Volodímir Zelenski, presidentes de Rusia y Ucrania, respectivamente.
El daño al deporte de estos dos personajes, no solo se circunscribe a muertes de atletas, sino que muchos que tienen años practicando para asistir a unos Juegos Olímpicos, tampoco podrán hacerlo por la bendita guerra, que está causando estragos extraordinarios en las poblaciones de ambos países.
Y lo más grave de todo este tétrico panorama, es que no hay indicios de que esta conflagración pueda terminar en breve, por el contrario, está siendo atizada por grupos que, aunque usted no lo crea, le están sacando jugosos beneficios económicos, producto del extraordinario y asombroso gasto militar, el que solo beneficia la poderosa industria militar.
Si esto continúa el camino que lleva, que Dios nos coja confesados, porque estamos hasta en peligro de la misma existencia del mundo, con el poder nuclear de los armamentos que poseen los países en conflicto armado.