Cuando los padres fundadores de Estados Unidos ratificaron la Segunda Enmienda de la Constitución el 15 de diciembre de 1791, que establece en 27 palabras el derecho de portar armas de fuego como defensa, nunca se imaginaron que 200 años más tarde su decisión cobraría la vida de más de 150.000 estadounidenses entre 2014 y 2022, según cifras de la ONG Gun Violence.
En estos últimos días, la nación norteamericana ha sido testigo de una serie de hechos violentos que comparten un único protagonista: disparos a quemarropa. El más reciente ocurrió el pasado martes en la ciudad de Gastonia, en Carolina del Norte, por una pelota equivocada.
Los hechos
La víctima es una niña de 6 años identificada como Kinsley White que jugaba baloncesto con un grupo de amigos en una de las tantas casas del condado de Gaston. La pelota rebotó y cayó accidentalmente en el patio de un vecino. En cualquier contexto, este pequeño incidente se solucionaría con un simple pedido de disculpas, pero en esta ocasión otra sería la historia.
Kinsley se acercó a la casa contigua para recuperar su balón y fue recibida a los gritos por Robert Singletary, un hombre afroamericano de 24 años. El padre de la niña, William White, increpó al sujeto por el maltrato hacia la menor y, sin mediar palabra, el sospechoso buscó su arma de fuego y disparó contra White y el grupo de niños, hiriendo a Kinsley en su rostro y a su padre en la espalda.
La imagen era de una película de terror: niños corriendo por un vecindario tratando de resguardarse de las balas, perseguidos por un hombre que disparaba sin control a cuanta cosa se interpusiera en su camino. El momento causó pánico entre los vecinos, quienes denunciaron que el hombre se había mudado recientemente al barrio y que ya había sido protagonista de varios encontronazos con otros chicos que pisaban su jardín.
La madre de Kinsley, Ashley Hilderbrand, le aseguró a la cadena de noticias CNN que los médicos lograron extraer varios fragmentos de bala de la mejilla de su hija, mientras que su codo también fue rozado por un proyectil.
“Miró a mi esposo y a mi hija y les dijo: Los voy a matar”, dijo Hilderbrand en su relato.
Al verse expuesto y ante el sonido de las sirenas de policías que se acercaban a la zona tras una llamada de un vecino al 911, el sospechoso se dio a la fuga. Sin embargo, fue detenido en Florida por agentes locales, poniendo fin a una larga persecución.
Un extenso prontuario
Robert Singletary estaba solicitado por las autoridades por cuatro cargos de intento de asesinato en primer grado, dos cargos de agresión con arma mortal con intención de matar infligiendo lesiones graves y un cargo de ser un delincuente en posesión de un arma de fuego.
En diciembre del año pasado quedó en libertad bajo fianza por secuestrar a su novia durante dos horas y agredirla con un martillo.
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