Tony Rodríguez/Servicios informativos elratondigital.com //
El patrimonio cultural de Santiago ha sido arrasado en los últimos tres lustros, por quienes impulsan la modernidad y por quienes hacen de la vista gorda, para ver sólo lo que les conviene.
Se trata de proteger un conjunto de viejas casonas y almacenes de estilos victoriano y republicano. También se trata del ejercicio de la doble moral, de frenar proyectos desarrollistas, para terminar imponiendo una partida fiscal.
Se les niega, se les hace la vida imposible, a los propietarios de viviendas, que quisieran transformar sus estructuras en espacios hábiles para el comercio formal. Pero poco a poco, el espacio protegido se va descalabrando y desluciendo por la irresponsabilidad y el flaco resultado logrado por Patrimonio.
Al fin de cuentas, todos los proyectos se “acotejan”, todo pasa y nada queda de ese patrimonio que hipócritamente se quiere conservar.
La denominada Oficina de Patrimonio Cultural registra muy malas notas, en materia de resultados. La acentuada contradicción entre los que impulsan un modelo de crecimiento vertical de la ciudad, con edificaciones modernas destinadas a plazas y centros comerciales, y aquellos que tienen la misión de conservar el patrimonio cultural de la ciudad del siglo XIX, de aquel Santiago romántico y emblemático que ya no es.
Patrimonio Cultural no protege nada, solo marca impuestos, detiene el desarrollo y protege a un funcionariado de botellas. Eso es lo que es.
Se trata de proteger un conjunto de viejas casonas y almacenes de estilos victoriano y republicano. También se trata del ejercicio de la doble moral, de frenar proyectos desarrollistas, para terminar imponiendo una partida fiscal.
Se les niega, se les hace la vida imposible, a los propietarios de viviendas, que quisieran transformar sus estructuras en espacios hábiles para el comercio formal. Pero poco a poco, el espacio protegido se va descalabrando y desluciendo por la irresponsabilidad y el flaco resultado logrado por Patrimonio.
Al fin de cuentas, todos los proyectos se “acotejan”, todo pasa y nada queda de ese patrimonio que hipócritamente se quiere conservar.
La denominada Oficina de Patrimonio Cultural registra muy malas notas, en materia de resultados. La acentuada contradicción entre los que impulsan un modelo de crecimiento vertical de la ciudad, con edificaciones modernas destinadas a plazas y centros comerciales, y aquellos que tienen la misión de conservar el patrimonio cultural de la ciudad del siglo XIX, de aquel Santiago romántico y emblemático que ya no es.
Patrimonio Cultural no protege nada, solo marca impuestos, detiene el desarrollo y protege a un funcionariado de botellas. Eso es lo que es.
