lunes, 16 de enero de 2012
“EL LADRILLAZO”
Por: Enrique Fernández.
Cronista de arte Stgo, Rep. Dom.
Les paso el ladrillazo… para que dejemos de encerrarnos en nuestras cosas materiales y en las burbujas de nuestro ego…
Un joven y exitoso ejecutivo paseaba en su Jaguar S Tipe 2006, sin ningún tipo de precaución. De repente, sintió un estruendoso golpe en la puerta, se detuvo y, al bajarse, vio que un ladrillo había arruinado la pintura, carrocería y vidrio de la puerta de su lujoso auto.
Se subió nuevamente, pero esta vez lleno de enojo, dio un brusco giro de 180 grados, y regreso a toda velocidad al lugar donde vio salir el ladrillo que acababa de desgraciar lo hermoso que lucía su exótico auto.
Salió del auto de un brinco, y agarro por los brazos a un chiquillo, y empujándolo hacia el auto estacionado le grito a toda voz:
-¿Qué rayos fue eso?, ¿Quién eres tú? ¿Qué crees que haces con mi auto?
Enfurecido, casi botando humo, continúo gritándole al chiquillo:
-¡Es un auto nuevo, y ese ladrillo que lanzaste va a costarte muy carro! ¿Por qué hiciste eso?
Por favor, señor, por favor. ¡Lo siento mucho! No sé qué hacer!, suplico el chiquillo. “Le lance el ladrillo porque nadie se detenía…las lágrimas bajaban por sus mejillas hasta el suelo, mientras señalaba hacia alrededor del auto estacionado.
Es mi hermano, le dijo “Se descarrilo su silla de ruedas y se cayó al suelo…y no puedo levantarlo”. Sollozando, el chiquillo le pregunto al ejecutivo:
“Puede usted, por favor, ayudarme a sentarlo en su silla? Esta golpeado, y pesa mucho para mí sólito…Soy muy pequeño”
Visiblemente impactado por las palabras del chiquillo, el ejecutivo tragó grueso , el nudo que se le formo en su garganta.
Indescriptiblemente emocionado por lo que acababa de pasarle, levantó al joven del suelo, lo sentó nuevamente en su silla, y sacó su pañuelo de seda para limpiar un poco las cortaduras y el sucio sobre las heridas del hermano de aquel chiquillo tan especial.
Luego de verificar que se encontraba bien, miro al chiquillo, y este le dio las gracias con una sonrisa que no tiene posibilidad de describir a nadie…-Dios lo bendiga, señor… y muchas gracias!, le dijo.
El hombre vio como se alejaba el chiquillo empujando trabajosamente la pesada silla de ruedas de su hermano, hasta llegar a su humilde casita.
El ejecutivo aun no ha reparado la puerta del auto, manteniendo la hendidura que le hizo el ladrillazo, para recordarle el no ir por la vida tan distraído y tan deprisa que alguien tenga que lanzarle un ladrillo para que preste atención.
Dios normalmente nos susurra en el alma y en el corazón, pero hay veces que tiene que lanzarnos un ladrillo a ver si prestamos atención.
Tú escoges:
Escuchar el susurro…o el ladrillazo.