Si aquel viejo estuviera vivo, preguntaría a su gente: ¿Cómo puede un país ser tan atrasado, en este Tercer Milenio, para seguir sosteniendo un dichoso Concordato, excesivos y absurdos privilegios dados por Trujillo a Pío XII, para que éste le otorgara el permiso excepcional de contraer segundas nupcias religiosas? ¿Cómo puede un Estado moderno retrotraerse a la Edad Media, hasta aceptar que todo su cuerpo diplomático se someta a los caprichos y conveniencias del representante del Papa, subordinando sus atributos liberales a la voluntad de otro Estado?
