Santiago. Cámaras de seguridad, guardianes, alarmas, verjas, alambres de púa; cambio de horario para ejercicios o visitas, salidas acompañadas, seguros en los vehículos. Todos estos controles o algunos de ellos, no son suficientes para garantizar la seguridad ciudadana.
La gente anda con espanto al conducir en las vías de la ciudad. Al llegar a la casa, se le teme a todo. Tan alarmada está la sociedad que vive en una situación de nerviosismo colectivo. La inseguridad trastorna su comportamiento y le agrega una carga que cobra parte de las energías que antes dedicaban a la productividad.
Hay muchos que, presa del pánico, por una experiencia propia o cercana, aplican todas las medidas aunque no se ajusten a su presupuesto y es por ello que en vez de llegar a una casa normal, se piensa en que se llegó a un cuartel o una cárcel de máxima seguridad.
Aun así, nadie garantiza que tomar todas estas precauciones le salvará de ser una víctima de robo o cualquier otro hecho delincuencial.
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