Así, hemos logrado para nosotros todos los defectos de la libertad y ninguna de sus virtudes. De hecho, nos hemos convertido en prisioneros de nuestras propias inconductas en un proceso que comenzó tímidamente, pero que ahora alcanza matices alarmantes.
Sin embargo, se pueden observar rasgos del deseo de la ciudadanía de portarse bien. El Metro de Santo Domingo es un ejemplo.
La lección es que cuando las autoridades se conducen con decencia y con firmeza, la gente se comporta como manda la ley.
Entonces, queda claro por dónde es que hay que empezar para cambiar esta democracia irrespetuosa.