Esta muere a manos de esa otra persona que también juega un rol importante en su vida, el padre, quien además en la mayoría de los casos se suicida.
Se trata de aquellos niños y adolescentes que se convierten en víctimas colaterales del feminicidio, y que a pesar de quedar herfanos y traumatizados, muchas veces parecen ser invisibles para el Estado.
Huérfanos carecen atención
En lo que va de este año, 80 mujeres, principalmente jóvenes, han sido asesinadas por sus parejas o exparejas.
Según estimaciones de la procuradora de Niños, Niñas y Adolescentes, Marisol Tobal, estos hechos han dejado aproximadamente 300 menores sin la protección de sus madres.
Estas mujeres permanecen en el anonimato hasta el día en que sus nombres se suman a la extensa lista de las “víctimas de feminicidio”.
Más allá de este lamentable y trágico seceso surge la interrogante de ¿qué pasa con aquellos pequeños que quedan sin el amparo de un padre y una madre?, ¿ cómo es su vida a partir de ese momento?, ¿cómo sobrellevan el dolor?, ¿dónde están?, ¿cuál será su futuro?, ¿quién los atiende?
Lamentablemente, el número de estos menores afectados no se conoce con exactitud, porque no existe ningún registro de estas víctimas indirectas.
Por eso, en muchas ocasiones carecen de atención profesional para superar las secuelas del trauma.
Testigos silenciosos
La psiquiatra y terapeuta familiar Mircia Pacheco indica que el feminicidio es la manifestación más grave de un hogar donde con frecuencia se han presentado con anterioridad conductas violentas, de las que los hijos son testigos silenciosos y muy probablemente también son víctimas directas de la misma.
“Cuando ocurre un feminicidio se produce una desorganización del núcleo familiar, los hijos pasan por un estado de choque emocional, al quedar en situación de orfandad, les sobreviene el duelo, la tristeza, llanto frecuente y problemas para dormir” .
Impacto sicológico
El psicólogo y terapeuta familiar Luis Vergés considera que el niño o adolescente que ha atravesado por este tipo de vivencias necesita obligatoriamente intervención profesional para neutralizar el impacto psicológico recibido y que no desvíe su conducta.
“Lo primero que hay que hacer es habilitar a ese niño emocionalmente, ya sea con terapias individuales, familiares y sicológicas en sentido general”, explica el especialista.
Agrega que también hay que garantizarles un sistema de apoyo que les permita tener los aspectos básicos, “independiente de que no vaya a sustituir lo que es el rol del padre o la madre”.
A consideración de Vergés la principal necesidad es hacerlos sentir protegidos, porque al morir la mamá (y el papá muchas veces suicidarse o ir a la cárcel), el niño queda en una situación de desprotección “muy grande” .
“Es importante darle seguimiento de manera inmediata a estos casos, porque cuando un evento de este tipo interrumpe la biografía del niño él se detiene en esa etapa de su vida y no sigue desarrollándose mentalmente.
Aunque en la actualidad en el país existen diversos programas encaminados por instituciones del Estado, tales como: la Vicepresidencia y el Ministerio de la Mujer, estos no cuentan con la capacidad para trabajar a profundidad estas situaciones, pues son limitados.
Programas de ayuda
La Vicepresidencia de la República, a través del programa Progresando con Solidaridad (Prosoli), protege actualmente a 180 niños y adolescentes que quedaron desamparados tras el asesinato de sus madres a manos de sus parejas, mediante el Protocolo de Atención a Niños, Niñas y Adolescentes Huérfanos por Feminicidios.
Con la iniciativa, niños provenientes de 70 familias de escasos recursos de diferentes puntos del país reciben acompañamiento sociofamiliar y apoyo sicológico .
En tanto, en el Ministerio de la Mujer son atendidos 200 menores con asistencia sicológica y de manutención hasta que cumplan mayoría de edad.
Pero estos niños son la minoría de aquellos que quedan en la orfandad a causa de este flagelo. ¿Cuántos de ellos formarán parte en el futuro del nuevo ejército de feminicidas? Reducir al mínimo esta posibilidad es el gran reto de las autoridades y la sociedad.
1,242 mujeres fueron asesinadas a manos de sus parejas o exparejas desde 2005 a 2017, según estadísticas de la Procuraduría.
3,722 menores habrían quedado huérfanos en los últimos 12 años, asumiendo que cada una de las 1,242 mujeres asesinadas en ese periodo tuvieran un promedio de tres hijos.
Casos más recientes
El caso de feminicio más reciente ocurrió esta semana en Pantoja, donde el capitán del Ejército Secundino García ultimó a su expareja, la profesora Mirelis Pérez Urbáez, dejando a siete niños en la orfandad. Otro suceso se registró la pasada semana en Yamasá, donde el sargento mayor de la Armada dominicana Fidel de Paula mató a su expareja, Aurelina de León Payano y a la madre de esta, y posteriormente se suicidó.
Este feminicidio dejó dos hijos sin el amparo de sus padres.
En ese orden, la fiscal del Distrito Nacional, Yeni Berenice Reynoso consideró alarmante ver cómo todos los años cientos de mujeres son asesinadas, “y no solo las mujeres, sino que cientos de niños y adolescentes quedan huérfanos y esto es una triste realidad que está abatiendo a la República Dominicana”.
Añadió que es necesario aunar más esfuerzos para detener “la plaga” de los feminicidios en el país.