La científica Henrietta Mann señaló que en 30 años puede no quedar nada del trasatlántico. "Encontré 27 bacterias en las partículas corroídas, algunas con tentáculos, gusanos y otras criaturas diminutas", informó
En 1991, una expedición científica llegó hasta los restos del barco hundido, que se desintegran a unos 3.800 metros en el fondo del Atlántico Norte. En aquella oportunidad se pudo observar las formaciones de óxido, de apariencia similar a carámbanos o estalagmitas, colgando de la enorme nave. Esto ocurre cuando el hierro forjado se oxida bajo el agua.
Mann, bióloga y geóloga de la Universidad de Dalhousie en Halifax, Canadá, estudió las muestras del Instituto Bedford de Oceanografía y las observó con un microscopio electrónico. Así descubrió que detrás de esas particulares formaciones de aguas profundas no había un proceso químico, sino bacterias.
La investigadora canadiense identificó decenas de bacterias, entre ellas una nunca vista antes que denominó Halomonas Titanicae, que había estado "comiéndose" el casco de acero, ocupada en transformarlo, átomo por átomo, en "carámbanos de óxido", conocidos como "rusticles".
Invisibles para el ojo humano, de tan sólo 1,6 micrómetros de longitud, estas bacterias se han multiplicado por miles de millones en los últimos años.
"El 'Titanic' está compuesto por 50 mil toneladas de acero. Por lo tanto, hay un montón de comida para mis bacterias.", señaló Mann.
Las bacterias también parecen encontrar deliciosas las ventanas de la nave, sus escaleras sus puertas -todo de hierro en bruto-, así como sus calderas de hierro fundido. "También se alimentan de ellos", informó la científica. Sólo el bronce permanece intacto.
"No sé la velocidad de alimentación de las bacterias", pero al comparar las primeras fotos de los restos del naufragio con las últimas, es evidente que los cambios se producen con rapidez. "Quizás en 20 o 30 años los restos del naufragio colapsarán (en un) montón de óxido", señaló.
En 1991, una expedición científica llegó hasta los restos del barco hundido, que se desintegran a unos 3.800 metros en el fondo del Atlántico Norte. En aquella oportunidad se pudo observar las formaciones de óxido, de apariencia similar a carámbanos o estalagmitas, colgando de la enorme nave. Esto ocurre cuando el hierro forjado se oxida bajo el agua.
Mann, bióloga y geóloga de la Universidad de Dalhousie en Halifax, Canadá, estudió las muestras del Instituto Bedford de Oceanografía y las observó con un microscopio electrónico. Así descubrió que detrás de esas particulares formaciones de aguas profundas no había un proceso químico, sino bacterias.
La investigadora canadiense identificó decenas de bacterias, entre ellas una nunca vista antes que denominó Halomonas Titanicae, que había estado "comiéndose" el casco de acero, ocupada en transformarlo, átomo por átomo, en "carámbanos de óxido", conocidos como "rusticles".
Invisibles para el ojo humano, de tan sólo 1,6 micrómetros de longitud, estas bacterias se han multiplicado por miles de millones en los últimos años.
"El 'Titanic' está compuesto por 50 mil toneladas de acero. Por lo tanto, hay un montón de comida para mis bacterias.", señaló Mann.
Las bacterias también parecen encontrar deliciosas las ventanas de la nave, sus escaleras sus puertas -todo de hierro en bruto-, así como sus calderas de hierro fundido. "También se alimentan de ellos", informó la científica. Sólo el bronce permanece intacto.
"No sé la velocidad de alimentación de las bacterias", pero al comparar las primeras fotos de los restos del naufragio con las últimas, es evidente que los cambios se producen con rapidez. "Quizás en 20 o 30 años los restos del naufragio colapsarán (en un) montón de óxido", señaló.
