Por primera vez en Rusia, los centros de votación se mantuvieron abiertos durante una semana para ayudar a reducir las multitudes en el día de los comicios y para impulsar la participación en plena pandemia del coronavirus, una provisión que los críticos del Kremlin vieron como otra forma de manipular la votación. El virus ya había obligado a aplazar la votación, prevista para abril.
Como es habitual en las elecciones rusas, el recuento comenzó en el Lejano Oriente ruso y en Siberia oriental, donde primero cerraron los colegios. Con el 5% de los votos escrutados, la Comisión Electoral Central informó que, un 69,7% de los votantes apoyaron las enmiendas frente a un 29,23% que las rechazaba.
El desenlace es más que previsible: las reformas fueron aprobadas por el poder legislativo al comienzo de este año, y el nuevo texto de la Constitución ya está en venta en las librerías.
Putin tiene casi garantizado obtener el resultado que quiere luego de una masiva campaña de propaganda estatal y de los cambios y el fracaso de la oposición para presentar un desafío coordinado. Irónicamente, sin embargo, el plebiscito que busca consolidar su control podría terminar erosionando su posición por los métodos poco convencionales empleados para aumentar la participación y la dudosa base legal de la consulta.
Para el miércoles en la mañana, la participación ya superaba el 55%, según funcionarios electorales. Pero críticos del Kremlin y observadores electorales independientes cuestionaron las cifras oficiales que mostraban que en algunas regiones habían acudido a las urnas hasta el 85% del electorado.
Grigory Melkonyants, copresidente del grupo independiente de monitoreo electoral Golos, dijo que la cifra de participación total es “sospechosa en general”.
“Observamos regiones vecinas y las anomalías son obvias. Hay regiones donde la participación está (aumentada) de forma artificial, y hay regiones donde es más o menos real”, apuntó Melkonyants a The Associated Press.
Los detractores del Kremlin, sobre todo su principal opositor Alexéi Navalni, no han hecho campaña debido al confinamiento y porque consideran que el referéndum es fraudulento y su único objetivo es garantizar a Putin “una presidencia de por vida”.
El proceso tiene lugar en un momento en el que la popularidad del presidente ruso cae, luego de una criticada reforma de las pensiones y la crisis del coronavirus. De mayo de 2018 a junio de 2020, su tasa de aprobación medida por el instituto independiente Levada bajó de 79% a 60%.
La votación pone fin a una tumultuosa saga de ocultamiento, engaño y sorpresa que comenzó enero, cuando Putin propuso por primera vez los cambios en un discurso sobre el estado de la nación.
Ofreció ampliar los poderes del parlamento y redistribuir la autoridad entre las ramas del gobierno ruso, aumentando la especulación de que podría seguir tomando las decisiones como presidente del parlamente o presidente del Consejo de Estado cuando su mandato presidencial termine en 2024.
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